jueves, 21 de agosto de 2014

"EL FUEGO FATUO" Le Feu Follet - Louis Malle (Fogo fátuo) (30 anos esta noite)



'EL FUEGO FATUO': (Le feu follet), LA LUCHA ESTÉRIL CONTRA EL
TIEMPO
Excepcional y profunda película
de Louis Malle, que adaptó personalmente la novela Drieu La Rochelle,
para crear una historia de desesperación y angustia que deja al
espectador con un desasosiego feroz en el cuerpo.
Alain Leroy es un poeta
francés, alcohólico.
Está internado en una clínica por
su adicción al alcohol.
Ha vivido la vida intensivamente,
apurándola hasta el último trago, y de ahí ha venido su alcoholismo.
Cuando, por fin, vuelve a la
calle, a enfrentarse de nuevo con la vida, y a vivirla, se da cuenta que no es
capaz de afrontar su llegada a la madurez.
Intenta superarla buscando a sus
antiguos amigos, sus referencias en épocas pasadas de planes y locuras.
Descubrirá que el tiempo no ha
pasado en vano, y terminará sacando una conclusión con la que rematará la
película, dejando al espectador con una desazón ¿vital? que invitará a más de
una reflexión.
La película se articula en
dos partes.
Un comienzo lento, casi a golpe
de tic-tac, mientras Leroy comienza a despegar de nuevo, una vez sale de
la clínica, para luego comenzar a acelerarse la cinta, con sucesivas secuencias
y reacciones cada vez más rápidas, que nos plasman la terrible realidad de
nuestro mundo cotidiano, y que no son sino obstáculos que nos vemos obligados a
superar un día y otro.
Excepcional la actuación de Maurice Ronet,
protagonista absoluto de la película.
Se trataba de un secundario
habitual en el cine francés de la época, que borda aquí su papel, con
una fuerza expresiva tremenda, que llena todas y cada una de las escenas de la
película.
Impresionante, sin duda.
La edición que nos ofrece Avalon es
en blanco y negro, restaurada con una gran calidad, que hace que se disfrute su
visionado, ayudado por una excelente banda sonora, obra de Erik Satie,
que estremece por su elegancia y perfecto acompañamiento de las
escenas.
Se acompaña a la película un
interesante libreto sobre la película y su director, bastante completo, que complementa
perfectamente el visionado de la misma.

El
Fuego Fatuo (Le feu follet),
Dirigida por Louis
Malle – Francia 1963

Temer al amor es temer a la vida, y los
que temen a la vida ya están medio muertos
Bertrand
Russell
Alain (Maurice Ronet) ha pasado los últimos meses
sometido a una cura de reposo debido a su adicción al alcohol.
Para
el médico, Alain ya se encuentra curado, sin embargo él piensa que de todas
maneras va recaer el día que abandone definitivamente la Clínica del doctor La
Barbinais, lo mejor, entonces, es que siga ahí.
Por lo
pronto, a Alain lo engríen en aquel lugar y le permiten salidas nocturnas.
Él
aprovecha para encontrarse con sus amantes del pasado y hacer el amor, una de
ellas es Lydia (Léna Skerla), la cual lo quiere mucho a
pesar de conocer todos sus defectos.
Si
fuera por ella se lo llevaría a Estados Unidos para que estuvieran juntos por
siempre.
Más Alain tiene otro plan.
Un
único plan: Suicidarse…..pero eso sí, antes va a despedirse de todos aquellos
que lo acompañaron en este trayecto llamado vida.
“El Fuego Fatuo” es una de aquellos
filmes que provocan volver a verse apenas has terminado de visualizarlo.
El
guión, la actuación de Ronet, los tremendos diálogos entre el personaje central
y sus amistades, la música de fondo, en fin, un todo que hace de esta una de
las mejores películas de Louis Malle.
La historia de un hombre depresivo, un
cobarde que tiene miedo a la vida, un tipo que recorta de manera perturbada los
artículos de muerte aparecidos en los periódicos, un hombre que se niega a ser
adulto ya que quiere seguir siendo un adolescente protegido no por sus padres
sino por las mujeres, un débil que teme envejecer.
Compleja cinta que sale adelante por un
Ronet genial y un equipo de actores secundarios que interpretan muy bien sus
papeles (entre ellos aparece la incomparable Jeanne Moreau).
Brillante
película que a partir de la segunda hora de metraje te atrapa completamente y
sólo te queda observar CINE en toda su extensión.
Robert Lee Frost: “En dos palabras puedo resumir cuanto he aprendido de la vida: Sigue
adelante”.

FUEGO
FATUO (Le feu follet)

Película estrenada entre 1963-1964
Director: Louis Malle. 1963.
Francia-Italia. Color
Intérpretes: Maurice Ronet (Alain
Leroy),
 Léna Skerla (Lydia), Yvonne Clech (Mademoiselle
Farnoux) Hubert Deschamps (D’Aversau), Jean Paul Mouklinot (Dr. La
Barbinais)
“No creía en absoluto, al
matarme, hallarme en contradicción con la idea de inmortalidad que siempre
había sentido viva en mí.
Al contrario, era precisamente
porque creía en la inmortalidad por lo que me precipitaba en la muerte con
tanta fuerza. Creía que lo que llamamos muerte no es más que el umbral más allá
del cual continúa la vida o, por lo menos, algo de lo que llamamos vida, algo
que es justamente su esencia.”
 (Pierre Drieu La Rochelle)
Según la Organización Mundial de
la Salud, la décima causa de muerte en los países civilizados es el suicidio; diariamente
se producen en el mundo de 8.000 a 10.000 intentos y de ellos, 1.000 lo
consiguen. Debido a esto no es de extrañarse que buena parte de los tópicos
cinematográficos estén dedicados a este gran problema social, basta con
mencionar títulos como Leaving Las Vegas (1995, Mike Figgis), donde el
protagonista, al no recordar si su esposa lo dejó porque empezó a beber o si
empezó a beber porque su esposa lo dejó, decide vender todas sus pertenencias y
mudarse a Las Vegas, ciudad donde los bares nunca cierran, para alcoholizarse
hasta matarse.
Otro ejemplo sería Hana-bi.
Flores de fuego
 (1997,
Takeshi Kitano) de, donde la hiperviolencia es retratada junto con cierta
sensibilidad del personaje principal y ambas son el preámbulo lírico de un
final suficientemente sugestivo: el suicidio.
En ambas cintas, los factores
sociales son el detonante para cometer el acto suicida; tal como la soledad o
el miedo a ella, aunada a la pérdida o fracaso de una relación amorosa.
Sin embargo, más allá de la
muerte voluntaria se deja ver la forma de vida y filosofía que caracteriza a
estos individuos, capaces de planear su muerte y arrancarse la vida de forma
lenta o con un simple disparo.
Este artículo abordará la
historia de dos autores vinculados a un mismo título, que por su trascendencia
y actualidad no ha dejado de ser uno de los mejores retratos sobre la ausencia
de valores que originan la depresión y el suicidio.
Me refiero a Fuego fatuo del
cineasta francés Louis Malle (1932-1995) y por supuesto a la obra literaria del
mismo nombre y en la cual está basada, escrita por el también francés Pierre
Drieu La Rochelle (1983-1945).
Así, retomando la cita al inicio
del texto, no estaría mal cuestionarnos si la vida nos supera o nosotros
superamos a la vida.
Para el escritor francés Pierre
Drieu La Rochelle fue tal vez el sentimiento de inmortalidad lo que le
precipitó el fallecimiento: muerte anunciada en su diario dedicado al suicidio
“Relato secreto”.
Once años después de haberse
declarado abiertamente fascista y publicar el ensayo “Socialisme Fasciste”, el
escritor decide quitarse la vida ingiriendo gas de la cocina junto con tres tubos
de barbitúricos el 15 de marzo de 1945, algunos meses después del desembarco en
Normandía y la liberación de Francia por las tropas aliadas.
Para entonces Pierre Drieu La
Rochelle había recibido la noticia de que se había dictado una orden de arresto
en su contra; los días de libertad habían terminado y probablemente a ellos les
seguiría el fusilamiento.
A pesar de haber colaborado con
los alemanes durante la ocupación, así como haber apoyado la idea por la
unificación europea de Hitler, su afecto por la comunidad judía era
inquebrantable, a tal grado de cuidar de ellos y protegerlos; como a su primera
mujer judía, a quien ya en una ocasión le había salvado del campo de
concentración.
Sus textos, autobiográficos casi
en su totalidad, lo describen desde su infancia como un pequeño burgués débil y
atemorizado, sin voluntad para enfrentar el miedo y liberarse.
Sin embargo, para él escribir era
atreverse sin desalentarse, hablaba sobre la complejidad y ambigüedad de la
condición humana, el heroísmo, la rebeldía y la desesperación, así como sus dos
más grandes obsesiones: la decadencia y muerte voluntaria.
Su novela “Fuego fatuo” (1931) es
un claro ejemplo de ello, además de ser un excelente cuadro de la alegre
burguesía parisina de entreguerras, preocupada únicamente por sus amantes.
Cuatro décadas después, el
cineasta Louis Malle utilizó de la novela su estructura básica para combinarla
con un guión autobiográfico, el cual había hecho para describir una etapa en
que la vida nocturna de París lo había hecho caer en una crisis donde todo le
parecía inútil.
El resultado es una mirada
anacreóntica a los últimos días de un alcohólico suicida.
Así, Fuego fatuo (1963)
se convirtió en la historia de Alan Leroy, un hombre decaído por el alcoholismo
y la desintoxicación.
Al salir de la clínica en la que
se encuentra decide suicidarse, pero no sin antes regresar a París y visitar a
cada uno de sus amigos; algunos son un grupo de intelectuales ambiciosos y
egoístas, otros simplemente individuos hundidos en la mediocridad y el crimen.
El humillante camino que recorre deja ver una sólida descripción de un hombre
carente de valores. La frustración y desesperanza lo conducen a su muerte.
Aparentemente una trama tan
sencilla que hasta podría parecer de escaso interés, sin embargo, éste nunca se
pierde debido a la complejidad emocional del personaje principal; la idea del
suicidio que permanece en él sin ceder, se va minando cada vez más hasta evadir
la existencia misma.
Al mismo tiempo, la cámara de
Louis Malle deja ver a un Alan Leroy con cierta depresión poco común, carente
de preocupaciones y sentimentalismos; donde el hombre sólo busca una nueva
razón para vivir.
Filmada y editada con gran
libertad, la cinta sorprende por sus continuas rupturas del espacio; planos
cortos en espacios cerrados que con gentil sutileza dejan ver el mundo apagado
y desolado de un alcohólico suicida que no hace mucho había pasado por grandes
momentos de lucidez.
Este filme es el tercer
largometraje de veintidós, así como once documentales y una serie de televisión
que colocaron a Louis Malle como uno de los cineastas más importantes y
controvertidos de la cinematografía universal.
Se le recuerda principalmente durante
la década del sesenta, cuando formó parte de la Nouvelle Vague (movimiento
cinematográfico que surgió en contra el estilo literario del cine francés),
donde su obra se caracteriza por frecuentes cortes abruptos en la edición y un
sentido libre y muy equilibrado de la estructura narrativa, resultado obtenido
por la ventaja de contar con su propia compañía productora.

Louis Malle (1932-1995)
Como ayudante de Jacques
Cousteau, Louis Malle codirigió el documental El Mundo del Silencio (1956),
primera película submarina comercializada, que ganó la Palma de Oro del
Festival de Cannes en ese mismo año.
Su ópera prima fue Ascensor
para el Cadalso
 (1957),
la cual se caracteriza por constantes situaciones al límite sin darle salida a
los personajes; la cinta fue ganadora del premio Louis Delluc en 1958, cuando
Malle sólo contaba con veinticinco años de edad.
En ese mismo año le siguió Los Amantes,
crónica de una madurez emocional, donde la escena de amor que el cineasta
utiliza para expresar el ansia de liberación de su personaje, se convirtió en
un escándalo “penoso” por parte de algunas instituciones.
Sin embargo, la cinta impresionó
al público y le dio fama de director polémico.
Tras una larga trayectoria en
Europa, el director llega a Hollywood y filma Atlantic City (1980) entre otras cintas sin mucho
éxito.
Louis Malle decide regresar a
Francia y dirigir Adiós, muchachos (1987), con la que recibe el
León de Oro en el Festival de Venecia y el Premio de la Crítica en Francia,
ganando además, de nueva cuenta, el premio Louis Delluc.
Casado con Candice Bergen, con la
que tuvo una hija, Louis Malle muere en 1995 a los 63 años de edad. Así, el
cineasta dejó ver en su obra, al igual que el escritor Pierre Drieu La
Rochelle, cierta incertidumbre e inquietud en sus personajes al sentirse
separados y excluidos de la sociedad, pero no por una marginación y
desadaptación social, sino por no querer comprender el mundo que los rodea.



LA PSICOLOGÍA Y LA PSIQUIATRÍA se
revelan como las principales ciencias de la salud para prevenir el suicidio.

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